MEMORIA DEL PALADAR
Roxi Sozio & Fabada
Texto: Miguel Ángel Almodóvar
Fotos: Félix Soriano
Nacida en Sao Paulo y dentro de una familia de artistas, Rosana “Roxi” Sozio comenzó su carrera en la industria musical brasileña a mediados de la década de los ochenta, y a finales, en 1989, dio el salto a Londres, Reino Unido, para profundizar en su formación y al mismo tiempo desarrollar una intensa actividad en la programación y producción de conciertos en locales vanguardistas, como el icónico Town&Contry Club, en el corazón de Canden Town.
En 1992 llegó a España, para marcar la emergencia de Triquinoise, uno de los sellos discográficos independientes más señeros del país. Más tarde, entre 1995 y 2000, pasó a hacerse cargo del booking de artistas y grupos como el argentino ANIMAL, el brasileño Raimundos y los estadounidenses Posies, Arthur Lee & Love, Moe Tucker, Baby Lemonade, Fast-Backs, Dictators y Misfits, entre otros. Durante el mismo periodo, en 1997, esta vez contratada por Warner Music Spain, se hizo cargo de la gestión musical de La Cabra Mecánica, que durante un tiempo lideró las listas de ventas hispanas.
En 2002 se unió al gigante internacional de telecomunicaciones Nokia, para producir conciertos y llevar la gestión de la banda Chambao. Más adelante se convirtió en manager de artistas como la española de ascendencia jordana Najwa Nimri, el cubano Nilo Mc, el cantante español Huecco o el rapero sevillano Rasel.
Desde 2017, dio un giro a su perfil profesional embarcándose en acuerdos con productores y compositores como el neoyorkino Beatz Akademy, con figuras como Farruco, Prince Royce, Amara la Negra o Melymel, y el brasileño Rock Joe, grupo del que forman parte Anitta, Ludmilla, MC Pocahontas o MC Rebecca.
Actualmente, trabaja intensamente en el desarrollo de nuevos artistas internacionales y proyectos adaptados a los mercados globales con un enfoque que incide espacialmente en el mercado estadounidense.
Cuando llegó por primera vez a España, como se dijo, en 1992, el país esta inmerso en la Exposición Mundial de Sevilla o Expo 92, y en los Juegos de la XXV Olimpiada de Barcelona.
En aquel ambiente exaltado y festivo, Roxi consideró del todo oportuno sumergirse en una cocina que hasta el momento le resultaba completamente desconocida, y así fue probando el gazpacho andaluz, el pisto manchego, el cocido madrileño, el pote gallego, la paella valenciana, el vasco bacalao al pilpil, o la crema catalana. El plato que más le gustó y le sigue gustando es la fabada asturiana, un condumio que le dijeron ancestral, pero que en realidad es relativamente reciente en los recetarios patrios, porque la primera vez que la fabada figuró por escrito, negro sobre blanco, fue en el libro que la gran escritora gallega Emilia Pardo Bazán publico en 1913 con el título La cocina española antigua.
Ni qué decir tiene que la Condesa de Pardo Bazán no se había sacado la fórmula coquinaria de la manga, pero aunque lo cierto es que la especificidad de la alubia astur debió empezar a gestarse en el siglo XVI y sus compangos añadiéndose en centurias inmediatas, resulta muy chocante que en toda la extensa obra de Leopoldo Alas “Clarín”, tan empeñado siempre en retratar y narrar en detalle los hábitos condumiarios de los asturianos, no aparezca ni una sola mención a la fabada.
La primera referencia, aunque difusa, la encontramos en 1783 y en un texto del poeta y periodista Manuel Rubín de Celis, que viene a decir que una de las cosas que más gustan a los asturianos son “las fabiquinas con tocín”. Años después, en 1811, el ilustre escritor, jurista y político gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos se refiere a la excelencia de los “pucheros con fabes”, aunque sin entrar en más pormenores ni en nominar la receta. Mucho más tarde, en 1880, parece que un diputado a Cortes, perorando sobre la robustez de los asturianos, explicaba que un amigo suyo de aquellas tierras le había contado que: “… lo que se allí se come se llama fabada, porque lo principal de ella son las fabas”. Poco después, en 1884, en las páginas del diario El Comercio de Gijón se publicaba un anuncio en el que una tal Justa la Bartola ofrecía la tradicional fabada en la romería de Granda, en el Concejo de Siero, al precio de 2,50 pesetas el cubierto.
En el libro La cocina española antigua de Emilia Pardo Bazán, aparece la Fabada asturiana en el número 19 del recetario. Allí puede leerse: “Las fabes para este plato regional han de ser blancas, de las llamadas de manteca, y han de estar a remojo ocho ó diez horas. Pasado este tiempo, se ponen á cocer en agua sin sal, pues la sal las atiesaría, y basta con la del tocín. Así que empiezan á enternecerse, se les añade el tocín y la morciella. El tocino ha de ser entreverado, y la morcilla, picante o cebollera, pero de sangre. Del grado de cocción sólo puede juzgar la guisandera que la atiende. Como sucede con casi todos estos platos en que entran despojos de cerdo y vegetales, el secreto está en curtir muy bien los vegetales con las grasas. Más vale que las fabes se deshagan que encontrarlas duras. El codillo de cerdo, un buen trozo de jamón, unos chorizos, lejos de adulterar la fabada, la mejoran. Y todos saben que el asturiano, si fuese rey, comería morciella con fabes”.
Roxi Sozio evoca su Memoria del Paladar en La Fonda de la Confianza, guiada por el cocinero Esteban Mangudo y el gerente multiuso Paco Patón, que se la preparan con algunos cambios y puesta al día, aunque respetando el espíritu y esencia de la formula que nos dejó Doña Emilia para la historia.
Fabada asturiana
(Receta para 8 personas)
Ingredientes
1 kg. de fabes
6 unidades de chorizo asturiano
4 unidades de morcilla asturiana
400 g. de tocino
400 g. de papada ibérica
2 unidades de cebolleta tierna
1 cabeza de ajos
2 hojas laurel
½ dl. de AOVE
12 hebras de azafrán
Elaboración
La noche anterior se dejan las fabes en remojo, en un recipiente amplio y con agua fría, para que ablanden y crezcan.
Posteriormente, se escurren y colocan en una cazuela amplia, con la cebolleta, los ajos, el laurel y el AOVE. Luego se cubren con agua, mejor mineral, dos dedos por encima de las fabes, y se llevan a ebullición. Una vez se han desespumado y asustado las fabes por primera vez, se les añaden todas las carnes, el chorizo, la morcilla, el tocino y la panceta, lote que en conjunto se llama compango. El proceso se repite dos veces más, cada 45 minutos.
Se puede desalar el tocino si falta hiciera y dar un pequeño hervor a las carnes, para retirar un poco de grasa. En La Fonda de la Confianza se incluyen todas las carnes sin darles el hervor.
A partir del tercer “susto”, solo se necesita paciencia y mantener una cocción lenta, durante 3 horas aproximadamente.
Cuando las fabes están tiernas, solo queda ligarlas un poco. Se tuestan las hebras de azafrán y junto con dos chorizos de la cocción, una cebolleta y un poco de caldo, se turbinan y se cuelan. Después se añaden las fabes. A partir de ahí, se deja cocer todo durante 10 minutos para integrar los sabores y poner el punto de sal.
Se reservan y se sirven al siguiente. Por un lado las fabes y aparte el compango.